Cómo valoran mi startup y cuánto vale

Cuánto vale mi startup

Es la era del emprendimiento. La crisis lo exige y las tecnologías digitales ayudan. Una startup surge de cero, al converger una idea prometedora con una oportunidad. Su aporte innovador y a crear empleo son valiosos. La startup que triunfa reconvierte la antigua industria, resuelve grandes problemas y obtiene importantes ganancias. Transforma las reglas del juego y acepta más riesgo, mientras que la gran empresa es reacia al cambio por temor a perder su dominio. Amazon asentó la venta online, no los distribuidores de la era preInternet. Pero llegar al éxito es un largo y arduo camino que culminan muy pocos.   

¿Cuánto vale mi startup?

En la fase inicial del garaje, el emprendedor se financia con sus ahorros y con ayuda de familiares y amigos. Luego, llega la financiación de instituciones, incubadoras, aceleradoras, sociedades de promoción, microcréditos, crowdfunding… La startup tiene una calidad crediticia baja y carece de activos para aportar en garantía, sobre todo si es una tecnológica basada en intangibles. Por eso no atrae a las entidades de crédito. Esto obliga a recurrir a inversores de capital riesgo, los llamados empresarios temporales porque ponen un plazo para desinvertir. Primero aparecen los business angels y detrás, el venture capital. 

[¿Te gustaría especializarte en finanzas? Descubre nuestro innovador Máster aquí]

La idea del emprendedor precisa el dinero del inversor

El objetivo del inversor es entrar en una empresa joven y barata para venderla cuando tenga éxito. Para ello, tiene que valorar la startup para negociar su participación. El valor contable no es útil, pues ignora las expectativas, los intangibles y el riesgo de la startup. Ni lo es el de reposición, que estima la inversión para reproducir la capacidad actual de la startup, porque su valor nace más de lo intangible. La valoración es difícil porque la breve historia de la startup impide identificar los patrones de comportamiento de sus magnitudes para formular previsiones. Además, apenas tiene ventas y menos, beneficios, ni hay empresas comparables. Ello complica aplicar los métodos estrella de valoración: la actualización de sus flujos esperados de caja y los múltiplos de empresas comparables. Son para una fase posterior. 

La dificultad de valorar una startup lo prueba que la valoración de Google en 1999 fue de $750.000 (¡al inversor le pareció excesiva!). Otras valoraciones en la fase de capital semilla (la primera financiación externa de la startup) fueron Dropbox ($400.000) e Instagram ($2.500.000).

La aritmética de la valoración de la startup

Lo habitual es que una startup reciba varias rondas de financiación en vez de un importe una sola vez. Cada ronda va ligada a lograr un hito (p. ej., la disponibilidad de un prototipo) y una vez conseguido se abre la siguiente ronda. El emprendedor busca que el valor de la empresa vaya aumentando en escalera para subir el precio en cada ronda. Por eso debe pedir los fondos que precise para culminar una fase que justifique solicitar nueva financiación. Los inversores van entrando según se cumplen determinadas etapas y va cayendo el riesgo. En cada ronda se diferencia:

La valoración premoney estima el valor del patrimonio neto de la startup antes de realizar una ronda de financiación (2.000.000 €, p. ej.). Excluye la aportación del nuevo inversor (222.222 €, p. ej.). La valoración postmoney (2.222.222 €) suma esa aportación al valor premoney.  

Ambos valores se refieren al del patrimonio neto (la startup suele carecer de deuda) a la fecha de entrada del inversor. La participación del inversor estará en torno al cociente entre su aportación y el valor postmoney. Si a los cinco años el inversor vende su participación por 2.000.000 €, el ROI (return on investment) será 9 veces la inversión (2.000.000 / 222.222). Abreviadamente se dice 9x. 

[¿Necesitas asesoramiento formativo? Reserva tu sesión de mentoring gratuito aquí]

Los métodos de valoración de la profesión

Para hallar una base de partida de negociación se aplican métodos artesanos. Son atajos con poco rigor financiero pero basados en la práctica profesional. Se aplican a empresas tecnológicas en su primera fase, cuando aún casi no tienen ingresos pero que prevén alcanzar unos 20 millones de euros en cinco años.

La regla de los tercios es uno sencillo. Parte de que si hay tres actores (el promotor, el inversor y el gestor) se considera que participan a tercios en la primera ronda de financiación. El valor postmoney es el triple de la aportación del inversor.

La propuesta de Berkus parte de un valor base de hasta 500.000 euros según sea la idea de atractiva. Luego evalúa la capacidad de los siguientes cuatro factores para aumentar el valor de la idea: la disponibilidad del prototipo, el equipo promotor, las relaciones estratégicas y estar ya en ventas. Por cada factor se añaden hasta 500.000 euros según ayude a reducir el riesgo. El valor máximo es de 2.500.000 euros.

El método Scorecard propuesto por Bill Payne, como el anterior más propio de los business angels, es más elaborado. El valor base parte de unos 1.500.000 euros si no hay otra referencia de empresas similares. Luego se identifican los factores relevantes o inductores del valor y se da un peso a cada uno. A continuación, se compara la startup con empresas de referencia y se puntúa cada factor según sea más o menos favorable en la startup objetivo. Luego se multiplica cada peso por su nota para obtener la contribución de cada factor al valor. Para terminar, se suman las contribuciones individuales para hallar un índice que multiplicado por el valor base estima el valor premoney. 

El método de los factores de riesgo se basa en que el valor de una startup mejora al disminuir su riesgo. Parte de un valor premoney base de unos 1,5 millones de euros. Luego evalúa 12 factores de riesgo de la startup y de su sector y cómo afectan al crecimiento de la startup. Se asigna un multiplicador  a cada factor y se aplica cada uno a  500.000 euros para hallar el valor que añade o resta al valor base. se suman las contribuciones individuales para hallar un índice que multiplicado por el valor base da el valor premoney.

El enfoque del Venture Capital se aplica ya entrada la fase de ventas. El inversor  establece la fecha objetivo de salida (unos cinco años), se estima el beneficio  o el flujo de caja en esa fecha. Son más un objetivo que una previsión y se basan en el escenario de éxito del promotor. Se aplica un múltiplo y se actualiza el valor postmoney. El escenario de éxito es el objetivo para la fecha de salida. El inversor puede aceptar el escenario del emprendedor, aunque sea optimista, para comprometerlo a lograrlo y mantener el buen clima en la negociación. Para compensar, el inversor incrementa la tasa de actualización. 

El método de First Chicago, también llamado de los escenarios, mejora el anterior. La principal diferencia es que contempla varios escenarios a la fecha prevista de salida. A cada uno se le asigna una probabilidad. El valor postmoney es la media de los valores actualizados. La técnica de los escenarios es más recomendable en épocas de crisis, cuando es difícil prever su duración y gravedad. Esto sucedió con motivo de la pandemia Covid-19, cuando se desconocía cuánto tiempo se precisaría para atajarla. Las dificultades del método residen en las previsiones y en estimar la probabilidad de cada escenario.

[¿Te apasiona el mundo financiero? Esto te interesa… pincha aquí]

La importancia de lo cualitativo

Al margen de los métodos descritos, el inversor solo entrará si valora favorablemente los aspectos cualitativos de la startup, como la idea y el modelo del negocio y si considera capacitado al equipo promotor. A la postre, el inversor invierte tanto en la idea como en su promotor. 

El valor que se pacte se situará entre el mayor valor que justifica el emprendedor por el potencial de crecimiento y el menor que aduce el inversor por la modesta situación de partida. Éste no está forzado a invertir y tiene otras oportunidades. El emprendedor, salvo que tenga una joya, es más débil. Lo habitual es que el valor que se fije será el precio que el inversor esté dispuesto a pagar. Pero el emprendedor y el inversor, si van a trabajar juntos durante unos años deben evitar dejar cicatrices después de la negociación. Si hay acuerdo que sea a un valor razonable para ambos.

Dr. Juan Pérez-Carballo
Director del Máster en Dirección Financiera de Next Educación